Viernes, 19 de febrero

VIDAS DE LOS SANTOS: Santa Laura Montoya Upegui

El Papa Francisco nos recuerda repetidamente salir a los márgenes y vivir el Evangelio. Que apropiado es, entonces, que canonizó a Santa Laura Montoya Upegui en 2013. Vemos en la primera santa de Colombia un ejemplo de lo que significa estar presente para aquellos que están olvidados y marginados. Ella nos invita a reflexionar sobre nuestros prejuicios y escuchar las necesidades de los demás.

Laura sabía lo que era ser pobre—tanto material como espiritualmente. Su padre fue asesinado cuando ella tenía sólo 2 años de edad y, aunque Laura recordaba a su madre como una mujer de gran fortaleza y perdón, las dificultades económicas la obligaron a enviar a Laura a vivir con su abuela. Este fue un momento de gran soledad para la niña, y en ocasiones se sentía abandonada. Pero una creciente dependencia de Dios—sobre todo en la Eucaristía y la Sagrada Escritura—la sostuvo.

A la edad de 16 años, la madre de Laura le pidió convertirse en maestra de escuela primaria para ayudar a mantener a la familia. A pesar de que nunca había ido a la escuela, Laura se convirtió en una maestra excepcional, transmitiendo los valores del Evangelio a todos sus estudiantes. Sin embargo, su máximo llamado fue entrar en la vida religiosa—y servir a las comunidades nativas de su tierra natal, las comunidades que fueron despreciadas y condenadas al ostracismo por la mayoría de los colombianos.

Con otras cuatro mujeres jóvenes a su lado, Laura partió con valentía de su casa en Medellín, Colombia, a la comunidad de Dabeiba. Ella deseaba “convertirse en un indio con los indios,” vivir como y en solidaridad con los de la comunidad. Con la ayuda de un obispo local, las mujeres formaron las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.

Aunque ella y sus compañeras misioneras fueron ridiculizadas por muchos, Laura siempre hizo hincapié en la centralidad del amor—en su obra misionera y en la forma en que ella actuaba en comunidad. Era el amor, ella sabía, que estaba en el centro de la misión de Cristo—y así sería en el centro de la de ella.

En nuestras propias vidas, somos llamados a responder a este mismo desafío. ¿Quiénes viven en los márgenes de nuestras vidas, y cómo somos capaces de responder mejor en el amor? ¿Qué nos detiene? ¿Y cómo puede Dios estar trabajando dentro de nosotros?