Sábado Santo, 15 de abril de 2017

 

UN DÍA LLAMADO SANTO

Hay una razón por la cual hoy es llamado “santo”. Y sin embargo, el Sábado Santo es tan a menudo olvidado, pasado por alto, apresurado. Se convierte en un día de planeación para las celebraciones de Pascua: huevos y canastas y chocolate. Pero el Sábado Santo es un día en sí mismo—un día de oración y reflexión y revelación. El Sábado Santo es un día para volver a lo normal.

¿Qué significa esto? Una vez más, tenemos que recordarnos a nosotros mismos que sabemos cómo termina la historia. Caminamos a través del Viernes Santo esperando las alegrías de la Pascua, el triunfo de Cristo resucitado. Sin embargo, para los que acompañaron a Jesús hasta el final, este fue un día para aceptar la derrota, un día de realización del fracaso. Fue un día para comenzar a reconstruir. Un día para comenzar a volver a las necesidades diarias de la vida.

Y fue un día de decisiones difíciles. ¿Dios seguía ahí? ¿Aún había algo en que tener esperanza? ¿O realmente todo estaba perdido?

Para muchos de nosotros, el Sábado Santo es donde pasamos incontables días de nuestras vidas—y eso está bien. Es un día de lucha con el camino que Dios ha trazado para nosotros.  Es un día de lucha con el sufrimiento, la pobreza, el hambre y la devastación. Y es un día de compromiso: de continuar a través de lo que muchos de nosotros sabemos son los altibajos de la vida ordinaria, confiando que Dios nunca nos abandona.

Ese compromiso es lo que nos hace santos. Ese compromiso es lo que nos permite participar verdaderamente en la alegría de Cristo resucitado.