Sabado, 8 de abril de 2017

 

DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27,46)

Según los estándares humanos, la crucifixión y la muerte de Jesús son el fracaso final. Los miembros de la comunidad judía habían esperado tanto tiempo por el Mesías, habían puesto su fe y esperanza en un hombre que creían que había venido a liberarlos, y sufrió una muerte horrible. Fue un momento final y devastador, muchos de los amigos de Jesús ya habían huido del lugar, abandonando la esperanza de un futuro mejor.

Qué bueno que la crucifixión y la muerte de Jesús no sean juzgadas por los estándares humanos.

Más bien, lo que vemos como un fracaso, Dios lo transforma en victoria. Donde vemos sólo desesperación y devastación, Dios obra de maneras sorprendentes y espectaculares. Cuando pensamos en las dificultades que enfrentan tantas personas en nuestro mundo, fácilmente podríamos desanimarnos; pero nuestro Dios nos ofrece esperanza y quiere que todos nosotros trabajemos juntos para construir un mundo de paz y justicia.

¿De qué manera esta perspectiva de Pascua inspira nuestro propio trabajo cuando enfrentamos situaciones aparentemente fallidas y sin esperanza? ¿Cómo quiere Dios que veamos la pobreza, los desastres naturales y el deterioro del medio ambiente—de acuerdo a los estándares humanos, o de forma más esperanzadora?