Miércoles de Ceniza, 10 de febrero

Somos un pueblo de los sentidos.

Nos frotamos de tierra y ceniza en la frente, sintiendo el frío tacto áspero de la mancha en nuestra piel, el dedo del ministro a medida que él o ella traza la cruz justo encima de los ojos.

Llevamos la marca como un símbolo para que las personas que nos encontramos a lo largo de nuestro día lo puedan ver, y para que nosotros mismos lo veamos, cuando nos miramos en un espejo, tal vez sorprendidos.

Escuchamos las palabras: “¡Aléjense del pecado y sean fieles al Evangelio!” Nuestros oídos resuenan con esta misión a medida que partimos en nuestra jornada de Cuaresma.

Nosotros olemos el incienso, nuestro holocausto, a medida que se eleva hasta el cielo, nuestra mirada a la deriva hacia arriba como el humo se eleva, llamando nuestra atención a ese lugar que buscamos.

Y probamos el Cuerpo y Sangre de Cristo en la Sagrada Comunión, a través de la cual se nos recuerda que, aunque tenemos pan para comer y vino para beber, estamos llamados a tener hambre y sed de justicia para toda la humanidad.

Somos un pueblo de los sentidos, aquellos dones de Dios que nos permiten interactuar con el mundo creado a nuestro alrededor. Al comenzar esta jornada de Cuaresma, preparémonos  para tocar, ver, escuchar, oler y probar a Dios en todas las cosas.  Seamos sacramentos del amor de Dios y llevar estos sagrados sentidos a los que más lo necesitan.