Miércoles, 5 de abril de 2017

 

EL QUINTO DOLOR DE MARÍA: La Crucifixión

Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota).

Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.

[…]

Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:

—Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Luego dijo al discípulo:

—Ahí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.

Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Sagrada

Escritura, dijo:

—Tengo sed.

Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Al probar Jesús el vinagre, dijo:

—Todo se ha cumplido.

Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu

— Juan 19,17–30

María, madre y discípula:

¿Fue este un momento sin esperanza para María? ¿Sentía como si Dios la hubiese abandonado? En María, vemos a una mujer que está presente ante el sufrimiento hasta el final. Vemos a una mujer que, aunque ella misma ha sido herida, no deja de llegar a otras personas en sus sufrimientos.

Jesús, por medio de María, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la comunidad, incluso en momentos de gran oscuridad.

Preguntas para guiar su reflexión: 

  1. ¿Me pongo a disposición de los demás, incluso si estoy sufriendo?
  2. ¿Qué papel puede desempeñar mi comunidad en momentos de desafío y sufrimiento?