Martes, 4 de abril de 2017

 

DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestiduras

“El universo está inquieto…pero le queda la esperanza; porque el mundo creado también dejará de trabajar para el polvo, y compartirá la libertad y la gloria de los hijos de Dios.”  (Romanos 8,19-21)

Cuando pensamos en los bienes de los que son despojados los pobres todos los días, es probable que haya varios elementos clave que vienen a nuestra mente: alimentos, agua y refugio, por nombrar algunos. A menudo vemos países ricos en recursos, y, sin embargo, su gente vive en la pobreza. ¿Cómo nos aseguramos que las maravillas del mundo natural sean utilizadas de una manera sustentable y equitativa? Dar un pez a un hombre, como dice el viejo refrán, sólo resuelve el problema por un día.

El Papa Francisco dice mejor en su encíclica, Laudato Si’: “[N]o podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.

El medio ambiente y las personas que lo habitan están interconectados; toda la creación de Dios es una. Dios nos llama a ser corresponsables de los recursos que nos ha dado, a cuidarnos unos a otros compartiendo y colaborando, en lugar de acaparar todo lo que podamos sin preocuparnos por los demás. Después de todo, enseñar a un hombre a pescar será de poco valor si hemos dejado un estanque contaminado.