Jueves Santo, 24 de marzo

DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Sepultan el cuerpo de Jesús en la tumba

“¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para estar en su gloria?” (Lucas 24,26)

Nosotros sabemos cómo termina la historia. Sabemos que después de sólo tres días, la victoria de Dios resplandece; Cristo triunfa sobre el pecado, el mal y la muerte.  Y sin embargo, ¿cuán largos fueron esos tres días para los hombres y mujeres que los vivieron? Ellos no tenían los conocimientos que nosotros: no sabían que la historia terminaría en triunfo. Para ellos, la historia ya había terminado, y todo había sido en vano.

Como cristianos, sabemos que Dios triunfa, pero eso no siempre hace que sea más fácil para nosotros en nuestras luchas diarias. ¿Cuántos de nosotros estamos viviendo nuestros “tres días”—un período oscuro aparentemente sin fin a la vista? ¿Cuántos de nosotros nos apresuramos en “tirar la toalla”, decir que nuestros esfuerzos para hacer el mundo un lugar mejor, para conseguir la misericordia, justicia y la paz son en vano e inútiles?

El misterio de nuestra fe dice que Cristo triunfa; la oscuridad termina. Las semillas que plantamos hoy rendirán frutos mañana. Nuestros esfuerzos para amar nunca se pierden. La famosa oración del obispo Kenneth Untener nos recuerda, “Somos profetas de un futuro que no es el nuestro.”