Sierra Leona aún se está recuperando de la guerra civil que estalló entre 1991 y 2002, que causó decenas de miles de muertes y el desplazamiento de más de 2 millones de personas (aproximadamente un tercio de la población). Sierra Leona continúa siendo uno de los países menos desarrollados del mundo, ocupando el puesto 183 de 186 países. La esperanza de vida es de 48 años y el desempleo juvenil es del 70%. Las tasas de mortalidad infantil y materna son altas, los niveles de educación son bajos y, a pesar de las dotaciones de recursos y la abundante tierra, más del 60 por ciento de los sierraleoneses vive con menos de $1.25 al día.

Daniel Mumuni

En África occidental, muchas comunidades dependen de la agricultura para su alimentación e ingresos. Como resultado, los niños generalmente abandonan la escuela para ayudar a sus padres a cultivar la tierra y así poder sobrevivir. Si bien ayudar en los campos brinda cierto apoyo a la familia, un niño sin educación enfrenta obstáculos a largo plazo.

Para Daniel Mumuni fue diferente. “Tuve la suerte de tener padres que comprendían el valor de la educación y se aseguraron de que yo tuviera la mejor educación a pesar de nuestros escasos recursos”, explica. Su historia personal le ha permitido contarles a otros acerca de los efectos transformadores de la educación. Al crecer en una de las regiones más desfavorecidas de Ghana, Daniel fue capaz de obtener una educación de calidad. Esto moldeó su visión del mundo, incluyendo la empatía hacia los más vulnerables.

Daniel ahora vive en Sierra Leona y se enorgullece de ser parte de Catholic Relief Services (CRS). Al crecer, fue testigo del impacto que los programas de CRS tenían en la vida de sus vecinos. “CRS era un nombre familiar en mi pueblo”, comenta.

Daniel actualmente dirige el programa Alimentos para la Educación (Food for Education, en inglés), el cual proporciona alimentos a los niños que están en la escuela—y nada lo hace más feliz que ver cómo el programa mejora sus vidas. Para Daniel, la parte favorita de una visita de campo es cuando suena la campana para el almuerzo. Ver lo que significan estas comidas para los niños, hace que valga la pena. “Para la mayoría de los niños de la escuela, la comida es la campana que los atrae a la escuela”.

Ofrecer comidas a los niños no sólo los mantiene en la escuela, sino que también alienta a los padres a involucrarse más y a comprometerse a mejorar la educación de sus hijos. Daniel ha sido testigo de esto de primera mano: los padres se han ofrecido como voluntarios para renovar las instalaciones escolares proporcionando y transportando materiales de construcción. Esta es su manera de demostrar que creen en la importancia de la educación y que tienen el poder de construir su propio futuro.

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